martes, 27 de octubre de 2009

1er.Espacio de Encuentro e Intercambio Literario




El 28 y 29 de noviembre/08 se realizó el 1er. Espacio de Encuentro e Intercambio Literario en la ciudad de San Carlos de Bariloche. Participamos escritores locales y de la zona, exponiendo nuestra producción y debatimos sobre la problemática literaria de la provincia.

Cuento leído en esa oportunidad:

EL TREN

Había bajado del trasbordador, con mi bolso y la locura andariega de mis años de mochilero. Iba a París. En Dunkerque debía tomar el tren que durante unas cuantas horas me transportaría por dunas y verdes hasta aquellos artistas callejeros, música y noches alucinadas que me esperaban para compartir la ciudad de la bohemia sin edad.
Subí al antiguo vagón de madera, con sus poltronas de tapizado azul, raído por el tiempo y el uso, denunciando el rastro de infinitos pasajeros. Esto me traía imágenes de buenas épocas, abundancia y distinción, vistos en algún folleto turístico.
Enseguida dejamos los andenes para introducirnos en un paisaje, que raudo pasaba del otro lado de la oscilante ventanilla. Mis ojos ávidos, grababan cada imagen, registrando cada color.
El lugar olía a gente sudando. Aspiraba profundo mi cigarro y cuando el ambiente se me hacía asfixiante, caminaba tambaleándome por el pasillo. La puerta del final se conectaba con el aire fresco. Luego de ventilarme volvía a mi asiento. Con los dificultosos pasos que lograba por el traqueteo, tenía una extraña sensación junto a esos pasajeros que se encontraban a mi alrededor. Advertí que en ese vagón no había ningún niño. Y allí, empecé a temblar.
El día se caía detrás de la línea donde el cielo besaba la campiña, y yo alejándome en deseos por la ventanilla, olvidaba, no quería imaginarme amaneciendo entre tanta vejez, las polvorientas cortinas, los deshilachados almohadones, el rechinar de las maderas del techo, el antiguo sobretodo de mi compañero de asiento. Todo era tiempo pasado. Las fantasías que subieron conmigo en aquel histórico puerto, por momentos se desvanecían transformándose en una ajena melancolía.
Volví a tiritar.
Íbamos aproximándonos a la estación parisina, cuando me di cuenta que necesitaba llegar rápidamente, sí, estaba cansado por el trajín pero no quería dormirme. Lo que en verdad deseaba era bajar y escapar de esa vejez que me había acompañado como una sombra que pretendía cerrar mis ojos, sumergiéndome. Una fuerza interior me adormecía, mis entrañas tiraban hacia adentro, como para darme vuelta como a una manga.

El guarda tocó suavemente mi hombro ─abuelo, estamos en París ─dijo. Me paré, tomé mi equipaje e irritado traté de correr. Un reflejo en los viejos cristales del pasillo me mostró mi piel resquebrajada y el pelo blanco.
Tuve que pedir ayuda para bajar los seis escalones hasta el andén.
Allí Rony tomó mi brazo y nos dirigimos a la parada de los taxis.
Mientras nos conducía hacia mi destino final, escuché una voz que se hizo lejana: ─Papá, seguro que en este nuevo hogar vas a sentirte más acompañado con gente de tu edad ─aseguró mi hijo Rony. Mientras tanto ya llegábamos al nuevo “Hogar de La Tercera Edad”, como dice el cartel de la puerta.

Del libro inédito: “ Cuando nos quedamos solos” – r.p.i.753086/09

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